miércoles, 20 de febrero de 2013

La Edad de los Metales

La Edad de los Metales es el período que siguió a la Edad de Piedra y durante el cual el hombre empezó a fabricar objetos de metal fundido. La existencia de procesos metalúrgicos es indispensable para establecer la adscripción de una cultura arqueológica a esta etapa, ya que los metales nativos eran trabajados por martilleado desde las fases iniciales del Neolítico. 
La Edad de los Metales comenzaría con las primeras evidencias de fundición del cobre, que son del VI milenio a. C. (en Anatolia y los montes Zagros) y acabaría con la progresiva entrada en la Historia de cada región. Esta etapa en Eurasia se ha subdividido tradicionalmente en Edad del Cobre o Calcolítico, Edad del Bronce y Edad del Hierro
De manera simplificada, el Calcolítico coincide en la mayor parte de Europa con la segunda mitad del IV milenio a.C. y casi todo el III milenio; el Bronce correspondería al II milenio a.C.; y el Hierro con el I milenio a.C., época en la que el continente entró en la Historia. El cobre, junto con el oro y la plata, es de los primeros metales utilizados en la Prehistoria, tal vez porque, a veces, aparece en forma de pepitas de metal nativo. El cobre podía ser extraído de diversos minerales (malaquita, calcopirita, etc.), por medio de la fusión en hornos especiales, en los que se insuflaba oxígeno (soplando por largos tubos o con fuelles) para superar los 1000 °C de temperatura. El objeto de cobre fundido más antiguo que se conoce procede de los Montes Zagros, concretamente de Tal-i-Blis (Irán), y se data en el 4100 a. C., junto a él se hallaron hornos de fundición, crisoles e incluso moldes. 
Cabeza de toro de bronce con ojos de nácar y láminas de lapislázuli

La técnica de fundición del cobre es relativamente sencilla; la clave está en que el horno alcance la temperatura adecuada, lo cual se conseguía inyectando aire soplando o con fuelles a través de largas toberas. Este sistema se denomina «reducción del metal». 

Se mezclaba el mineral triturado, por ejemplo, malaquita (carbonato de cobre), con carbón de leña. Con el calor las impurezas van liberándose en forma de monóxido y dióxido de carbono, reduciendo el mineral a un cobre relativamente puro; al alcanzar los 1000 °C, el metal se licua depositándose en la zona inferior del horno. Un orificio en el fondo del horno permite que el líquido candente fluya hacia el exterior, donde se recoge en moldes; parte de la escoria queda en el horno y las impurezas del mineral flotan en el metal fundido, por lo que es fácil eliminarlas con un utensilio llamado escoriador. 

Como el cobre podía volver a fundirse muchas veces, éste solía convertirse en lingotes, a veces con una forma peculiar, para luego fabricar diversos objetos por fusión y colado en moldes. El cobre es muy maleable y dúctil, podía martillarse en frío o en caliente, con lo que se duplicaba su consistencia y dureza. Sin embargo, los metalúrgicos de la época buscaron un bronce más duro y menos quebradizo.
Daga o puñal de Cobre

El bronce es el resultado de la aleación de cobre y estaño en una proporción variable. El empleo del bronce se inició en Mesopotamia. Los metalúrgicos de estas áreas, para satisfacer ésta y la de otros metales preciosos, debieron de convertirse también en exploradores (a la búsqueda de minas) y comerciantes (que ofrecían sus productos a cambio de las preciadas materias primas). 
Espada corta de bronce

El hierro es el cuarto elemento más abundante en la corteza terrestre, sin embargo, su utilización práctica comenzó 7000 años más tarde que el cobre y 2500 años después del bronce. Por textos escritos en tablillas cuneiformes se sabe que los Hititas fueron los primeros en controlar e, incluso, monopolizar los productos de hierro fabricados a mediados del 2º milenio. Enviaban sus objetos a los egipcios, sirios, asirios, fenicios... Pero su producción nunca fue abundante. De hecho, muchos de los envíos eran regalos con finalidad diplomática, pues el hierro era diez veces más valioso que el oro y cuarenta veces más costoso que la plata.

Fabricar hierro seguía un procedimiento muy distinto al del cobre y el bronce (para empezar el metal no se licuaba), primero porque había que conseguir hornos con gran capacidad calórica: el mineral machacado debía estar totalmente rodeado de carbón de leña (que se consumía en enormes cantidades) y numerosos fuelles que, a través de toberas, insuflaban oxígeno continuamente. El mineral debía ser precalentado en un horno y por medio de golpes se eliminaban algunas impurezas; luego se llevaba al estado incandescente, en un segundo horno, hasta obtener una masa denominada hierro esponjoso, altamente impuro, por lo que volvía a ser golpeado en caliente para refinarlo. Después de un largo y repetitivo proceso de martilleo y calentamiento, evitando que el hierro se enfriase, se obtenía una barra forjada, bastante pura, resistente y maleable. Para las armas y ciertas herramientas, el hierro se templaba enfriándolo bruscamente en agua, lo que provocaba cambios de la estructura molecular y una mejor absorción de carbono. Evidentemente, las instalaciones y herramientas de los herreros eran muy diferentes a las de los broncistas. El bronce siguió siendo un metal esencial para las antiguas culturas, sirviendo en campos diferentes en los que no se podía o no se sabía aplicar la tecnología del hierro. 
Falcata ibérica en hierro

El hierro es más abundante que el cobre y, por supuesto, que el estaño y, una vez dominada la técnica, más barato que el bronce. Cuando los hititas desaparecieron y sus artesanos se dispersaron, la producción de este metal aumentó considerablemente en todo el Próximo Oriente y los centros siderúrgicos se extendieron hasta el Egeo, Egipto e incluso Italia por el oeste; hacia Siria y Mesopotamia por el sur, hacia Armenia y el Cáucaso por el norte, y hacia las grandes civilizaciones asiáticas por el este. En ese momento se entra en la historia.

El megalitismo


El término megalitismo procede de las palabras griegas mega (grande) y lithos, piedra. Es el megalitismo un fenómeno cultural focalizado en el Mediterráneo occidental y la Europa atlántica, que se inicia desde finales del Neolítico y dura hasta la Edad del Bronce, caracterizado por la realización de diversas construcciones arquitectónicas hechas con grandes bloques de piedra escasamente desbastados denominados megalitos.
Grandes monumentos megalíticos se hallan diseminados por buena parte de Europa occidental, pero los focos más importantes se encuentran en Bretaña, sur de Inglaterra e Irlanda, y sur de España y Portugal.

Este fenómeno se identifica esencialmente con la construcción de tumbas monumentales del tipo dolmen (en bretón mesa de piedra), en cuyo interior se fueron enterrando sucesivamente a los fallecidos de un grupo humano, apartándose cuidadosamente los huesos de los anteriores difuntos (enterramientos colectivos). 

Los dólmenes pueden ser simples o de corredor, en galería, o cistas, y la mayoría estuvieron inicialmente cubiertos por un túmulo de tierra o piedras, que actualmente suele haber desaparecido en su mayor parte. Además de los dólmenes, dentro del contexto megalítico podemos encontrar otra tipología constructiva no funeraria denominada menhir, monolito hincado en el suelo que puede aparecer aislado, o formando alineaciones (en Carnac) o círculos (henges, como en Stonehenge). También abundan los crómlech, círculos de piedras más o menos grandes que rodeaban el túmulo de un dolmen, los tholoi, los falsos dólmenes y las cuevas artificiales. 

La palabra menhir procede del bretón, idioma en el que significa "piedra larga" (de men o maen = piedra e hir = larga). Consiste un único megalito (monolito) hincado en el suelo verticalmente y no se le puede adjudicar un uso claramente funerario. A veces se presentan agrupados en hileras, dando lugar a un alineamiento como el de Carnac; también pueden presentarse formando círculos constituyendo entonces un crómlech, cuyos ejemplos más sofisticados son los henges de Inglaterra. 

Más complejo que el menhir es el dolmen, término procedente también del bretón que significa «mesa de piedra» (de dol = mesa y men = piedra). El dolmen está formado por dos o más ortostatos sobre los que se apoya una losa colocada horizontalmente. 
Una variedad más compleja de este último tipo es el dolmen de corredor y cámara, que consta de un pasillo o galería que conduce hasta una o dos cámaras. Tanto el pasillo como la cámara pueden presentar un plano regular o irregular; los de pasillo regular llevan a una cámara también regular, y bien diferenciada, de forma circular (como ocurre en el caso de El Romeral).
Los monumentos megalíticos han sido interpretados como centros simbólicos y/o rituales de las poblaciones de su entorno, de las cuales hay muy pocos datos: unas pocas cabañas dispersas de madera o piedra, acumulaciones de sílex, fosas y hogares, son las evidencias halladas. 

El proceso constructivo de un megalito comenzaba en la cantera donde se extraían los grandes bloques de piedra. De allí se transportaban (1) sobre troncos y ramas hasta el lugar elegido para la erección del monumento. En este lugar se dejaban caer los bloques verticales en un estrecho hoyo previamente excavado (2) y después se ajustaban hasta dejarlos en posición vertical, tras lo cual se rellenaba el hoyo para fijarlos firmemente. En el caso de los menhires el proceso quedaba terminado, pero para la erección de un dolmen se continuaba con la tarea más difícil, consistente en colocar el bloque o bloques horizontales. Para ello se hacían terraplenes a ambos lados de los ortostatos, hasta alcanzar la misma altura que éstos. A través de estos terraplenes se transportaba el bloque horizontal (3) hasta dejarlo colocado correctamente, tras lo cual se cubría todo de tierra, dando lugar al túmulo (4). Tal hipótesis de construcción ha sido comprobada en la práctica por varios equipos de investigación, entre ellos el de J.P. Mohen, que en 1979 construyó en Francia un dolmen valiéndose de doscientos hombres y cuya losa superior tenía un peso de 32 toneladas.
 

viernes, 15 de febrero de 2013

Una historia violenta y neolítica

 
Hace unos años el diario “El mundo” publicaba una historia real de una masacre en un pueblo neolítico ocurrida hace 7.000 años en los alrededores de lo que hoy es la ciudad alemana de Talheim, cerca de Leipzig.
La secuencia de los hechos parece ser que fue la siguiente. Un grupo llegó al asentamiento, secuestraron a casi todas las mujeres y sus varones perdieron la vida sin poder rescatarlas de los enemigos. Esta es la conclusión a la que han llegado un grupo de investigadores, dirigidos por Alexander Bentley, de la Universidad británica de Durham, que han analizado los restos dentales de un enterramiento de 34 individuos. Para llegar a estas conclusiones este equipo de investigadores utilizó medios arqueológicos y químicos para extraer las conclusiones.
Gracias a los datos obtenidos han podido obtener un retrato, bastante fiel, según sus palabras, de lo que ocurrió en aquella brutal masacre y las relaciones que había entre todos los muertos y así se presentaron en las revista “Antiquity”.
Los estudios realizados en los dientes, que pertenecen a 18 adultos y 16 niños, les han ayudado a determinar que los esqueletos corresponden a dos tribus y que algunos de sus miembros tenían rasgos hereditarios comunes. Todos ellos fueron asesinados salvajemente en el mismo ataque, algunos con fuertes golpes de hachas de piedra en la cabeza. Las víctimas fueron enterradas juntas en el mismo hoyo, a tres metros de profundidad en una tumba que se encontró en los años 80 del siglo XX.
Bentley y sus colegas han averiguado que aquellos hombres neolíticos, que vivieron hacia el 4.900 antes de Cristo, pertenecían a tres grupos diferentes.

En uno de ellos, que era el de la tribu local, curiosamente sólo hay restos óseos de hombres y de niños de diferentes edades. Ello hace pensar a los investigadores que las mujeres habían sido capturadas por los atacantes y llevadas vivas a otro lugar. Este secuestro podría haber sido la causa por la que se inició la cruenta batalla.
Los grupos de los atacantes los han dividido en dos y en ambos murieron tantos hombres como mujeres de edades distintas. Uno de ellos corresponde a toda una familia, compuesta por padre, madre, hija, hijo y abuela. El otro es de individuos que, por lo que se ha averiguado de su alimentación, se sabe que vivían en una zona alejada de la comunidad atacada. "Todo parece indicar que apuntaron a esta comunidad concreta, como si fuera una venganza entre tribus rivales. Aunque la lucha por los recursos en Europa central era causa de enfrentamientos continuos, en este caso las pistas apuntan que aquí la razón del ataque fueron las mujeres locales, que fueron tratadas de forma diferente del resto y continuaron vivas", argumenta Bentley.
Las marcas que las hachas dejaron en la cabeza parecen señalar que las víctimas no pudieron defenderse o que intentaron huir del ataque, que les habría pillado por sorpresa. Estas tribus eran trashumantes y viajaban con rebaños de ganado de un lugar a otro.
 
Lo cierto es que en este caso pudieron ser por las mujeres, pero otras es muy probable que en otras muchas ocasiones las razones pudieran ser la codicia por conseguir los bienes de los demas, es decir, su cosecha o su ganado. 
 

La revolución neolítica

El Neolítico (Edad de la piedra nueva) —por contraposición al Paleolítico (Edad de piedra antigua)— es el segundo momento de la Prehistoria. El término fue acuñado por John Lubbock en su obra de 1865 que lleva por título Prehistoric Times. Lo cierto es que durante el neolítico se dará una auténtica revolución, un cambio drástico y radical que romperá con el paleolítico y con la economía depredadora. 
Inicialmente se le dio este nombre en razón de los hallazgos de herramientas de piedra pulimentada que parecían acompañar al desarrollo y expansión de la agricultura. Hoy en día se define el Neolítico precisamente en razón del conocimiento y uso de la agricultura o de la ganadería. Normalmente, pero no necesariamente, va acompañado por el trabajo de la alfarería.
La agricultura y la ganadería empezaron a practicarse en diferentes lugares del planeta de manera independiente y en distintas fechas. La primera región donde se encuentran pruebas de la transición de unas sociedades de cazadores-recolectores a otras de productores fue el Creciente Fértil (Oriente Próximo), hacia el 10.000 a. C., desde donde se extendió a Europa, Egipto, a otros puntos del Oriente Medio y, quizás, el sur de Asia.
El origen de esto pudo ser un cambio climático. Este cambio de clima se produjo entre el 12.000 y el 8000 a. C (en que se pasó de un clima frío a otro más clima templado). Esto provocó que el hombre modificara sus costumbres. Por ejemplo, se aprecia que el hombre deja las montañas para desplazarse hacia los llanos en persecución de sus presas de caza.
Del establecimiento de la ganadería y de una economía de base ganadera surge la trashumancia, que pone en contacto a los pueblos y, consecuentemente, facilita la comunicación entre gentes de culturas, tierras y tribus diversas. La emigración de tribus y la difusión de técnicas, que cada grupo aprende del grupo vecino, va extendiendo las culturas neolíticas desde su foco originario hacia el resto del mundo.
De estos contactos y del desarrollo simultáneo de la agricultura surgen, entre otras cosas, los primeros molinos manuales para moler los granos que se cultivan. Una de las primeras aldeas neolíticas están en el Sudeste de Anatolia (en Çatalhöyük) hacia el 8000 a. C.
Se sabe de la siembra, recolección y almacenaje de cereales, y se sabe que domesticaron algunos animales, y entre ellos, el primero, el perro. Se construyeron poblados de casas de adobe, con cubierta plana, aproximadamente rectangulares en medianería, sin calles y con entrada por la cubierta.
Un invento de vital importancia para la vida de las personas, y que tuvo un desarrollo muy rápido, es la alfarería y con ella la cerámica. Permitió la construcción de recipientes para líquidos y facilitó enormemente la vida del hombre, que ya no necesitaba estar permanentemente en las cercanías del agua, o realizar a menudo largos recorridos para abastecerse, pues almacenaba el agua, y también granos, semillas, productos molidos, etcétera, en los recipientes de alfarería.
Aparecida la alfarería, el hombre intenta decorarla. Hay indicios de que las primeras decoraciones se hacían con cuerdas.
Igualmente se empiezan a usarse los primeros trenzados de fibras. Probablemente los primeros se hicieron toscamente con ramas. La técnica fue evolucionando hasta llegarse a cestos bastante bien logrados en el Neolítico, producto de la necesidad de recolección de frutos, que existía hacia cientos o miles de años. Los cestos se hicieron de mimbre. En éstas, los humanos se dieron cuenta, por causas desconocidas, quizás por casualidad, de que algunos productos, como la lana, el lino y el cáñamo (y luego otros) podían estirarse mediante un tosco huso o una barra de madera redonda, a modo de imitación de los tejidos de los cestos podían tejerse estos hilos y fabricar telas. Seguramente al principio se pensó utilizar el invento para hacer cestas más ligeras, antes de destinarlos a telas de vestidos. Otra prenda muy difundida es el saco, tejido en esparto.

viernes, 8 de febrero de 2013

Adaptación curricular para la prehistoria

He encontrado este material didáctico para trabajar la unidad didáctica de la prehistoria para aquel alumnado que presente dificultades de aprendizaje. Resulta interesante por su sencillez y simplicidad. La realización de las actividades programadas podrán suponer la superación de esta unidad. 
La propuesta es la siguiente : 
a.-  Copiar en primer lugar los esquemas presentados en el cuaderno. 
b.-  Responder a las cuestiones planteadas. 
c.-  Completar el esquema 
d.-  Completar aquellos textos que presenten palabras vacantes. 
e.-  Responder a las preguntas de verdadero y falso.