El Neolítico (Edad de la piedra nueva) —por contraposición al Paleolítico (Edad de piedra antigua)— es el segundo momento de la Prehistoria. El término fue acuñado por John Lubbock en su obra de 1865 que lleva por título Prehistoric Times.
Lo cierto es que durante el neolítico se dará una auténtica revolución, un cambio drástico y radical que romperá con el paleolítico y con la economía depredadora.
Inicialmente se le dio este nombre en razón de los hallazgos de herramientas de piedra pulimentada que parecían acompañar al desarrollo y expansión de la agricultura. Hoy en día se define el Neolítico precisamente en razón del conocimiento y uso de la agricultura o de la ganadería. Normalmente, pero no necesariamente, va acompañado por el trabajo de la alfarería.
La agricultura y la ganadería empezaron a practicarse en diferentes lugares del planeta de manera independiente y en distintas fechas. La primera región donde se encuentran pruebas de la transición de unas sociedades de cazadores-recolectores a otras de productores fue el Creciente Fértil (Oriente Próximo), hacia el 10.000 a. C., desde donde se extendió a Europa, Egipto, a otros puntos del Oriente Medio y, quizás, el sur de Asia.
El origen de esto pudo ser un cambio climático. Este cambio de clima se produjo entre el 12.000 y el 8000 a. C (en que se pasó de un clima frío a otro más clima templado). Esto provocó que el hombre modificara sus costumbres. Por ejemplo, se aprecia que el hombre deja las montañas para desplazarse hacia los llanos en persecución de sus presas de caza.
Del establecimiento de la ganadería y de una economía de base ganadera surge la trashumancia, que pone en contacto a los pueblos y, consecuentemente, facilita la comunicación entre gentes de culturas, tierras y tribus diversas. La emigración de tribus y la difusión de técnicas, que cada grupo aprende del grupo vecino, va extendiendo las culturas neolíticas desde su foco originario hacia el resto del mundo.
De estos contactos y del desarrollo simultáneo de la agricultura surgen, entre otras cosas, los primeros molinos manuales para moler los granos que se cultivan.
Una de las primeras aldeas neolíticas están en el Sudeste de Anatolia (en Çatalhöyük) hacia el 8000 a. C.
Se sabe de la siembra, recolección y almacenaje de cereales, y se sabe que domesticaron algunos animales, y entre ellos, el primero, el perro. Se construyeron poblados de casas de adobe, con cubierta plana, aproximadamente rectangulares en medianería, sin calles y con entrada por la cubierta.
Un invento de vital importancia para la vida de las personas, y que tuvo un desarrollo muy rápido, es la alfarería y con ella la cerámica. Permitió la construcción de recipientes para líquidos y facilitó enormemente la vida del hombre, que ya no necesitaba estar permanentemente en las cercanías del agua, o realizar a menudo largos recorridos para abastecerse, pues almacenaba el agua, y también granos, semillas, productos molidos, etcétera, en los recipientes de alfarería.
Aparecida la alfarería, el hombre intenta decorarla. Hay indicios de que las primeras decoraciones se hacían con cuerdas.
Igualmente se empiezan a usarse los primeros trenzados de fibras. Probablemente los primeros se hicieron toscamente con ramas. La técnica fue evolucionando hasta llegarse a cestos bastante bien logrados en el Neolítico, producto de la necesidad de recolección de frutos, que existía hacia cientos o miles de años. Los cestos se hicieron de mimbre. En éstas, los humanos se dieron cuenta, por causas desconocidas, quizás por casualidad, de que algunos productos, como la lana, el lino y el cáñamo (y luego otros) podían estirarse mediante un tosco huso o una barra de madera redonda, a modo de imitación de los tejidos de los cestos podían tejerse estos hilos y fabricar telas. Seguramente al principio se pensó utilizar el invento para hacer cestas más ligeras, antes de destinarlos a telas de vestidos. Otra prenda muy difundida es el saco, tejido en esparto.
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