miércoles, 10 de abril de 2013

La escritura egipcia


La escritura del Antiguo Egipto es también conocida como jeroglífica. Los jeroglíficos fueron un sistema de escritura inventado por los antiguos egipcios y que se usará desde el 3.300 antes de Cristo (en la época predinástica) hasta el siglo IV. Coincidió su aparición con la escritura cuneiforme.

Los antiguos egipcios usaron tres tipos básicos de escritura: jeroglífica, hierática o solemne ( permitía a los escribas del Antiguo Egipto escribir de forma rápida, simplificando los jeroglíficos cuando lo hacían en papiros de cuestiones administrativas o religiosas) , y demótica; esta última corresponde al Periodo tardío de Egipto.


Es una escritura que evolucionó con el tiempo - como vemos arriba- , y que se caracteriza por el uso de signos y la clave para poder hoy transcribirla está en una pequeña lápida de basalto negro y forma irregular que fue hallada casualmente en julio de 1799 por el oficial francés Bouchard, durante la campaña egipcia de Napoleón esconde el secreto de los jeroglíficos del antiguo Egipto, y que contenía tres inscripciones del mismo texto, dos de las cuales aparecen en egipcio antiguo (jeroglífico y demótico) y una tercera en griego.

El nombre de esta piedra que en la actualidad está en el Museo Británico de Londres, pasará a la historia: la Piedra Rosetta.
La historia de su descubrimiento al igual que otros muchas historias sobre la antigüedad nos viene relatada en la obra: Dioses , tumbas y sabios escrita por el escritor alemán C. W. Ceram. Esa piedra cayó en manos de Jean -François Champollion, un traductor francés que estaba convencido de que la lengua copta, en la que se consideraba experto, era una derivación de la antigua lengua de los faraones. "Quiero saber el egipcio como el francés, -afirmaba-. El copto lo hablo yo solo, ya que nadie me entendería".

Durante años, en la tranquilidad de su casa de Grenoble, Champollion este lingüista que hablaba más de veinte idiomas estudió de forma incansable una de las cien copias de la piedra que mandara imprimir Napoleón. Comparando el texto demótico egipcio con el texto griego que tradujo al copto, esperaba encontrar no sólo su significado, sino también el valor fonético de las palabras y caracteres del antiguo egipcios. Años de laborioso y continuado esfuerzo, sin aparente fruto, terminan por alterar su salud y su bolsillo. Cuando más pesimismo se encontraba y temeroso de que otros investigadores se adelantaran y le robaran la gloria de encontrar el secreto de la extraña lengua egipcia: la clave de los jeroglíficos. 
Para aquellos días el británico Thomas Young se acercaba al secreto, pues veía el estrecho parentesco existente entre la denominada la escritura cursiva (una variante del demótico) y los jeroglíficos. Las conjeturas del profesor inglés serían pronto evidencias para Champollion. Al comparar las inscripciones entre sí, Champollion consiguió finalmente demostrar que la escritura cursiva es en realidad una mera simplificación de la jeroglífica. A su vez, los caracteres demóticos no eran sino la última degradación a la que, con el paso del tiempo, llegaron los signos originales. Acababa de descifrar la piedra. Era 1822, y había pasado 23 años después de ser descubierta la piedra.

La escritura jeroglífica egipcia, a pesar de lo que pudiera pensarse, se rige por principios claros y sencillos.  Eso sí se lectura no siempre está determinada. Para referirse a un nombre aparece cerrada en un cartucho.





Y , a veces, se empieza a leer de izquierda a derecha y otra, de derecha a izquierda, o de arriba a abajo.




Dos tipos básicos de signos componen este singular sistema, los ortográficos y los simbólicos o jeroglíficos propiamente dichos, también llamados ideogramas. Los primeros (que a su vez, pueden clasificarse según las épocas, en cursivos y demóticos) conforman un alfabeto de 24 letras, mientras que los segundos, los simbólicos o jeroglíficos, sobrepasan los 700, mientras que en la época greco-latina, su número aumentó a más de 6.000. Los símbolos figurativos representaban algo tangible, a menudo fácil de reconocer.

Y es que, para diseñar la escritura jeroglífica, los egipcios se inspiraron en su entorno: objetos de la vida cotidiana, animales, plantas, partes del cuerpo, etc. Los jeroglíficos se grababan en piedra y madera, o bien, en el caso de la escritura hierática (como la de abajo)  y demótica, con un cálamo o caña hueca, a modo de pincel, y tinta sobre papiros, ostraca o cerámica, o soportes menos perdurables.

El empleo de los jeroglíficos grabados se limitaba a los dominios en los que la estética o el valor mágico de las palabras adquirían relevancia: fórmulas de ofrendas, frescos funerarios, textos religiosos, inscripciones oficiales, etc. 
El Egiptólogo británico sir Alan Gardiner los catalogó en su aceptada "Gramática egipcia". Lo primero que debemos aprender es cómo interpretar el abecedario, según aparece en el cuadro de esta página.



Una vez conocidos los caracteres básicos que figuran en dicho cuadro, la mejor manera de familiarizarse con ellos es tratar de escribir nuestros propios nombres. Para ello introduciremos nuestro nombre en este conversor. La lógica dice que si el nombre escrito pertenece al género femenino deberá dibujar al final de su nombre una mujer sentada. Por el contrario, para indicar género masculino deberá dibujar un hombre sentado. Pero en estos conversores no siempre se produce automáticamente. 


En la escritura egipcia existen los ideogramas, símbolos que representan ideas y no expresiones ortográficas. Su función no es otra que la de transmitir una idea relacionada con el contexto en el que aparezcan dichos símbolos. Por ejemplo, el último que vemos en esta imagen es el ideograma llamado "La momia" que equivale a la expresión ortográfica wi que significa momia, y de twt que significa estatua. 
Hace referencia a la noción de forma, de cambio y de transformación. Este importante jeroglífico es relativamente tardío: no está fechado antes de la XII dinastía, aunque la práctica de la momificación es bastante anterior. La momia aparece de pie, estrechamente ceñida y cubierta con largas bandas de lino blanco. Lleva sobre la cabeza una máscara de cartón de estuco completada por una peluca y una barba postiza. Particularmente significativa es la similitud entre este jeroglífico y las estatuas funerarias llamadas ushebtis, que se depositaban en la tumba del difunto como una suerte de sustituto destinado a reemplazarle en todas las tareas desagradables del mas allá. Seguramente no hay nada que de forma más concreta pueda sugerirnos la idea de inmovilidad que una momia; sin embargo, para el egipcio de la antigüedad la momia representa un marcado concepto de cambio, de evolución y desarrollo en la larga cadena que representa la metamorfosis que todo ser, dios o mortal debe atravesar para alcanzar la perfección. Cada apariencia, cada aspecto de la realidad no son sino un momento transitorio que complementa el engranaje sin fin de un ciclo eterno.
No sólo se preocuparán los egipcios de la escritura, pues también utilizarán pictogramas para los cálculos matemáticos como vemos en esta imagen

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