Entraremos al mundo clásico a través de una isla, la de Creta. La isla de Creta se sitúa en medio del Mediterráneo Oriental. Esta isla alcanzó un importante desarrollo entre el 2000 y el 1425 a.C. con la llamada civilización cretense o minoica.
En la zona noreste de la isla se ha descubierto restos de complejas edificaciones conocidas con el nombre de “palacios”. Son edificaciones con grandes habitaciones, escaleras monumentales, salas de baño, jardines, almacenes, etc. Entre estos palacios destaca el de Knossos.
En ellos una monarquía centralizadora administraba justicia y gobernaba mediante una organización burocrática. Pero lo más interesante es la estructura del propio palacio. Es absolutamente laberíntica debido a las diversas salas y pasillo que aparecen alrededor de un patio central.
Alrededor de este patio aparecen el Santuario, la Sala de la doble hacha, el Salón del Trono, los almacenes, los Baños... En definitiva, un auténtico laberinto. Por cierto, el término laberinto viene de un vocablo griego que significa “el palacio de las hachas”.
En los palacios cretenses, y sobre todo en el Palacio de Knossos, aparecen repetidas veces dos signos: el hacha bifacial y los cuernos.
El hacha bifacial venía a representar el poder, mientras que los cuernos nos informan de la gran importancia que adquieren en esta isla el culto al toro.
Para los cretenses, los toros no eran un juego, un espectáculo, sino que eran una ceremonia, un rito. Este rito consistía en saltar sobre el lomo del animal, tras afrontar la embestida, y apoyarse en los cuernos del animal para caer por detrás de la bestia. El salto, en el que participaban los jóvenes cretenses de ambos sexos, tiene, al parecer, su origen en ritos mágicos surgidos a partir de la idea de que el toro era un animal que representaba la fuerza viril y era, además, generador de fuerza. Tocarlo y burlarlo podía ser una forma figurada de apropiarse de sus poderes. Para algunos historiadores, el ritual del toro era un ritual de investidura real en recuerdo de aquellos héroes como Teseo y Hércules que debieron de dominar al toro de Creta para ser reconocidos como héroes e “hijos de reyes”.
En estos palacios se han encontrado multitud de documentos realizados en tablillas de barro. Están escritos en signos que corresponden a sílabas. El sistema de escritura cretense se conoce con el nombre de lineal A. Las tablillas y el hallazgo de grandes almacenes demuestran la existencia de una economía bien organizada.
La cultura cretense tendrá su momento culminante en el año 1.700 a. C. Para el año 1.425 a. C. se produce la destrucción definitiva del palacio de Knossos y del resto de palacios cretenses.
No se tiene la certeza absoluta sobre el fin de la civilización minoica o cretense. La mayoría de los historiadores se inclina por pensar que el fin de esta cultura se encuentra con la llegada de grupos humanos procedentes de Micenas o de la zona de Grecia continental. Este grupo será conocido con el nombre de los dorios.
Sin embargo, otros historiadores afirman que el fin de la civilización cretense se encuentra en la sucesión de terremotos que siguieron a la gran explosión volcánica que tuvo lugar en la isla de Thera, también conocida como Santorini, y que, posiblemente, provocó un gigantesco tsunami que arrasó las costas del este del Mediterráneo.
De cualquier manera la civilización minoica llegó a su fin. Sin embargo, el toro y el laberinto, así como alguno de los reyes cretenses y sus colaboradores directos darán lugar a varias leyendas de las que destacamos sobre todas la del Minotauro.
Minos va a ser unos de los principales héroes griegos. Era hijo de Zeus, pero será educado por Asterión, el rey de Creta. Cuando muere Asterión, Minos reclama para él el trono de esta isla mediterránea, por lo que quiere contar con el apoyo de los dioses para que nadie ponga en duda su legitimidad. Para convencer a sus hermanos de que le cedieran el trono, Minos argumentó que se sentía elegido por los dioses como soberano de Creta.
Con la intención de demostrarlo, afirmó que los dioses estarían dispuestos a concederle cualquier cosa que él solicitase. Convencido de ello, consagró un sacrificio a Poseidón y le solicitó que hiciera emerger de las aguas un toro. Poseidón accedió, pero aceptó también el compromiso de Minos de que el toro le sería consagrado. Efectivamente, un magnífico toro emergió de las aguas. El dios de las profundidades marinas se lo concede y ante esto Minos será nombrado rey de Creta.
Sin embargo, Minos no cumplió su promesa y se negó a sacrificar al espléndido ejemplar, ya que el toro que había enviado Poseidón era un hermoso animal. Ante esto Minos decide no sacrificarlo y sustituirlo por otro de su rebaño que si será sacrificado en lugar del toro sagrado. Pero a un dios no se le puede hacer una afrenta de esa categoría así que Poseidón se enfada y convierte al pacífico animal en un ser salvaje. Poseidón, en venganza por el engaño, quiso perjudicar a Minos. Enfureció a la bestia para que arremetiera contra la población y sembró en el corazón de Pasífae mujer de Minos, una pasión incontrolable hacia el animal.
Mientras tanto, la esposa de Minos, Pasifae, se irá sintiendo irracionalmente atraída por el animal. Así pues decide pedir ayude al arquitecto del rey, Dédalo, para que éste confeccione una ternera, hecha de madera y cuero, que le permita introducirse en ella y pueda unirse al animal sagrado.
Por cierto, el toro fue exterminado de la mano de Heracles, pero la pasión de Pasífae tuvo con anterioridad un fruto indeseable. Pero de esos amores entre Pasifae y el animal surgirá un ser monstruoso con cabeza de toro y cuerpo de hombre: el Minotauro.
Minos se encuentra asustado ante ese hijo y decide encerrarlo. A petición de su rey, Dédalo construye un inmenso palacio compuesto por tal cantidad desalas y pasillos que nadie pueda penetrar en él ni salir del mismo.
Este será el laberinto donde vive el Minotauro.
El escritor romano Ovidio describe de la siguiente manera el laberinto:
“Así Dédalo lleno los innumerables pasajes de extravío y apenas él mismo pudo volverse al punto de partida. Tan grande es el engaño de la casa. Y después que encerró allí la doble figura de toro y hombre”.
Mientras tanto, Minos se había ido convirtiendo en el rey más poderoso del mediterráneo oriental, pues controlaba todos los mares helénicos y había convertido a su isla en la “isla de las cien ciudades” tal y como la llamaba Homero. Por la tanto, Creta demostraba el éxito de la talasocracia, basada en el poder marítimo de su flota. Aprovechando su posición hegemónica, Minos envió a su hijo Androgeo a participar en los juegos de Atenas. Más fuerte que el resto de los griegos Androgeo los venció a todos, lo que despertó la envidia del rey de Atenas, llamado Egeo. Este decidió asesinarlo. Minos, tras la muerte de su hijo, Androgeo, a manos de los atenienses, inició , en venganza, con su ejército la conquista de la ciudad. El asedio de Atenas se prolongaba indefinidamente. Minos, desesperado, solicitó la ayuda de su padre, Zeus.
Como respuesta a sus súplicas, Zeus envió contra la ciudad una peste que mermaba su población y la afligía con el hambre. Egeo, rey de Atenas, consternado por la suerte de su pueblo, consultó el oráculo. Fue así como conoció que la única solución a sus desdichas era aceptar las condiciones de Minos. Entonces, Minos impuso a los atenienses el tributo con el pensaba alimentar al Minotauro encarcelado.
Minos somete a la ciudad y le exigirá un tributo terrible: cada nueve años, los habitantes de Atenas deben de mandar siete jóvenes varones y siete doncellas que serán entregadas al Minotauro. Esto se irá repitiendo hasta tres veces, pero en esta última y ante el doloroso tributo que han de presentar, el hijo del rey llamado Teseo se ofrece a su padre para ir como uno de los siete jóvenes e intentar acabar con el monstruo.
Por aquel entonces, Teseo había regresado al reino de su padre, Egeo, y había sido reconocido como hijo del rey. Tras dar muerte a los hijos de su tío Palante que ambicionaban el trono, Teseo se sentía más comprometido con el reino. Fue el tiempo en que los cretenses reclamaban el tributo de los jóvenes que habían de servir de pasto al Minotauro. El pueblo de Atenas culpaba a Egeo de este desagradable compromiso.
Teseo decidió intervenir, con el deseo de liberar a su pueblo de esta servidumbre. Se ofreció voluntario para integrar el grupo de jóvenes sacrificados y partió con ellos rumbo a Creta. Al marchar, Teseo recibe de su padre dos juegos de velas, uno blanco y otro negro. El juego blanco anunciaría a la vuelta que Teseo había vencido, mientras que las velas negras anunciaban la derrota y muerte del hijo del rey, y, por lo tanto, del fracaso de la expedición.
Teseo, ya en Creta, conocerá y se enamorará de una hija del rey Minos, Ariadna. Ésta, seducida por Teseo le ayudará en su lucha para acabar con el Minotauro Según la leyenda, Ariadna solicitó consejo al astuto Dédalo y fue éste quien le sugirió la idea del ovillo de lana. Lo cierto es que Ariadna facilitó a Teseo un ovillo de lana para poder salir del laberinto una vez que hubiera dado muerte al monstruo. Teseo, que carecía de armas, mató al Minotauro a puñetazos y huyó con sus hombres.
Para salir del laberinto siguió el curso del hilo que había ido desplegando por los pasillos del palacio desde su entrada , y salvar así su vida. Eso sí, Ariadna le impone una condición: Teseo ha de casarse con ella. Teseo entra en el laberinto y consigue matar al Minotauro, y con la ayuda del hilo logra encontrar la salida, salvando la vida.
Otras versiones de la leyenda suponen que el mismo Minos había solicitado a Teseo como parte del tributo. Incluso hay mitógrafos que admiten que las condiciones impuestas por Minos liberaban al joven que fuera capaz de matar al Minotauro sin utilizar armas. Así lo presenta Ovidio en su obra sobre el Minotauro:
“ Lo aniquiló el tercer turno sorteado cada nueve años y, cuando, por la ayuda de una doncella, la difícil puerta que ninguno de los anteriores había traspasado dos veces fue encontrada al recoger el hilo...”.
En su regreso a Atenas, Teseo abandona a Ariadna que será entregada al dios Dionisos, que se había enamorado de ella. Pero Teseo al arribar a Atenas se olvida del tema de las velas, portando el barco velas negras. Egeo, viendo de lejos que los barcos de su hijo trae las velas negras que anunciaban su muerte se tira al mar desesperado. Teseo, ante la muerte de su padre, será nombrado rey de Atenas. Pero el mar cercano a la ciudad griega recibirá desde entonces el nombre del padre del héroe ateniense, el mar Egeo.
La historia de Teseo no acaba aquí. Teseo toma el poder en el Atica. Buen administrador y defensor de la ciudad frena a lasa Amazonas que intentaban recuperar a Antíope, una de ellas, que estaba retenida por Teseo. Teseo se habría casado con Fedra, la hermana de Ariadna. Pero Fedra se enamora de Hipólito, el hijo que Teseo tiene junto a la amazona Antíope, pero a éste no le interesan las mujeres. Rechaza las insinuaciones de su madrastra y, para vengarse, ésta acusa a su hijastro de haberla violado. Matan a Hipólito. Fedra, llena de remordimientos, se ahorca. Tras esto Teseo marcha a los infiernos para recuperar a su amigo Piritoo que quería apoderarse de Perséfone pero logra volver. Tras ser recibido por uno de sus parientes, Licomedes, éste lo despeña y lo mata.
Los personajes mitológicos y legendarios aparecen y desaparecen en multitud de ocasiones relacionándose o enfrentándose entre sí o a nuevas aventuras. Eso le ocurre tanto a Minos como a Dédalo que de colaborar inicialmente pasan a enfrentarse.
Dédalo era hijo de Eupálamo y Alcipe; aunque otras tradiciones dan como padre a Palemón o, Metión, nieto de Erecteo. Encarna la figura de artista, arquitecto escultor e inventor de diversos ingenios mecánicos. Tuvo de Náucrate, esclava del rey Minos, un hijo, Ícaro.
Ateniense de origen, trabajaba allí con su sobrino Talo, quien también destacaba en el arte de la invención. Un día Talo, fijándose en la mandíbula de una serpiente, inventó la sierra y Dédalo, celoso de su hallazgo, lo asesinó. Al descubrirse el crimen, Dédalo tuvo que comparecer ante el Areópago, que lo consideró culpable y le desterró.
De este modo, llegó a Creta, donde trabajó para el rey Minos como arquitecto y escultor. La esposa del rey, Pasíafe, se había enamorado de un toro y fue Dédalo quien le proporcionó la solución para que se pudiera unir a él. Fabricó una vaca de madera de tan gran parecido que, cuando la reina se introdujo dentro, pudo consumar su amor con el astado.
También a Dédalo se le debe la construcción del famoso laberinto de Creta, donde estaba encerrado el Minotauro. Para la hija del rey, Ariadna, le sugirió el recurso de ir estirando un hilo, pues luego bastaría seguirlo para encontrar la salida.
Al enterarse Minos de estos hechos, encerró a Dédalo y a su hijo Ícaro en el laberinto por traición. Dédalo también es conocido en su relación con Ícaro, su hijo, un joven que sueña con volar. El sueño por volar de los hombres ha sido una constante en la historia de la humanidad algo que también hizo soñar a los griegos. De la relación entre Dédalo e Ícaro nos han quedado textos clásicos como los de Ovidio en su obra “ La Metamorfosis” y Luciano en su obra “ Icaromenipo”, o algunas más modernas como la de Iron Maiden en su canción “Icaro´s Fly”.
Dédalo en el laberinto ideó unas alas para escapar y las pegó con cera en sus hombros. Advirtió a su hijo que no volara muy alto, pero el imprudente muchacho no le obedeció y, al acercarse en exceso al Sol, éste derritió la cera y el joven cayó al mar.
Ovidio nos cuenta el siguiente:
“ Aunque las tierras y las olas – dice Dédalo- me ponen obstáculos, sin embargo, el cielo está sin duda abierto. Vamos a ir por allí. Todo lo controlará Minos, pero no controla el aire. El joven Ícaro estaba con él, e ignorante de que estaba manipulando su propio peligro, por una parte, con la cara reluciente iba cogiendo las plumas que había movido una prisa pasajera, por otra, con el pulgar moldeaba la rubia cera y con su juego estorbaba la sorprendente obra de su padre. Después se puso al proyecto la última mano, el constructor equilibró las dos alas y su propio cuerpo suspendió al agitar los brazos.”.
Ícaro consigue volar. Se había hecho unas las unidas entre sí con cera. Pero al volar y al acercarse al Sol la cera se fundió, perdiendo el plumaje y lógicamente cayó.
La historia de los hombres que sueñan con volar no paró con Ícaro pues la continúa Menipo. Éste incluso va a la luna, la cual, en el pensamiento mítico, se identifica con una diosa, Selene. Esta historia nos la cuenta Luciano, un autor del siglo II d. C en su Icaromenipo.
“ Mis alas - cuenta Menipo- si estaban bien emplumadas con las alas de un águila y de un buitre. Al principio estaba mareado por l peso, pero después me sentí ligero. Pero cuando dejé las nubes a lo lejos y estuve cerca de la luna, sentí que me cansaba, así que alcanzando la Luna, descansé mirando la Tierra desde la altura”.
El mismo Luciano en su obra “Historias verdaderas” nos habla de la existencia en la Luna de un hombre llamado Endimión, que había sido arrebatado de la tierra por un sueño suyo y que al llegar a la luna le hicieron los habitantes de la misma los “ Jinetes-buitre” su rey.
Tras construir y huir del laberinto, Dédalo huye de Creta y logró llegar a Cumas. y se refugia en Camico , en la isla de Sicilia, protegido ahora por Cocalo, rey de esta isla. Minos parte en busca de su arquitecto con toda su armada. Tras llegara Sicilia, Minos reta a sus habitantes a una prueba: que pasen un hilo por las espirales de una concha de caracol. Nadie lo consigue, aunque el rey de Sicilia afirma que alguien de su palacio lo ha conseguido una vez. Minos sospecha que se trata de Dédalo, que había conseguido esto atando un hilo a una hormiga metida dentro de la concha.
Dédalo de este modo es descubierto. Así que idea un plan para librarse de Minos. Dédalo sugiere a las hijas de Cocalo que preparen a Minos un baño de agua... hirviendo. Cuando Minos se mete muere abrasado. Así, tras la muerte de su perseguidor, Dédalo realizó numerosas construcciones en el país como agradecimiento al rey.
El primer poeta de la hélade, Homero, en el Canto XI de “La Odisea” comentará en palabras de Ulises lo siguiente sobre Minos: “ Vi a Minos, el ilustre hijo de Zeus que, con un cetro de oro en la mano, hacía justicia a los muertos sentado en un trono”. Minos, el legendario rey de Creta se convertirá, por lo tanto, en juez de los infiernos.
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